A finales del siglo XX era evidente el retraso vial del país. Históricamente, los gobiernos habían sacrificado la inversión en infraestructura para hacer ajuste fiscal. Así, la dirigencia dejó de lado los retos que, en materia de conectividad, debía afrontar la nación.
Sin duda, la ausencia de inversión durante esos años se constituyó en un error histórico y muy costoso que, por fortuna, se está solucionando hoy a buen ritmo y velocidad y con un trabajo conjunto entre el sector público, el privado y el financiero, que permite vislumbrar el futuro con mayor optimismo en materia vial.
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Empezar a superar esa brecha en competitividad frente a otros países de la región que sí realizaron sus inversiones a tiempo no ha sido fácil; sin embargo, en los años recientes, el Estado ha diseñado una política de largo aliento justamente para cerrar estas diferencias. Interconectar al país de norte a sur y de oriente a occidente es algo que beneficia a todo su aparato productivo.
Dicha tarea ha implicado poner sobre la mesa múltiples desafíos pues no solo es urgente la integración del país, sino el contar con las herramientas logísticas necesarias para ser más competitivos en comercio exterior, un renglón con todo el potencial para el crecimiento de la economía nacional.
Un gran paso
Ante este panorama, no cabe duda de que las vías 4G representan la apuesta más ambiciosa del sector de la infraestructura en cerca de dos generaciones. La construcción y puesta en marcha de estas vías hoy ya redunda en consumo de insumos y materiales que, además, contribuirán a la reactivación económica.
En la actualidad, existen 30 proyectos, cuyas inversiones rondan los $50 billones y de los cuales 19 están en etapa de construcción. Se planea intervenir 7.000 kilómetros de vías, entre las que sobresalen 1.370 km de dobles calzadas, 140 túneles, 1.300 viaductos, con un valor agregado adicional: la generación de cerca de 120.000 empleos directos.
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Sobre el estado actual del programa, es preciso advertir que los proyectos 4G tienen una duración estimada de 25 años y hasta ahora han transcurrido tres años y medio, equivalentes al 14% del plazo de los contratos. La etapa de construcción tiene una duración de alrededor de cinco años y en los proyectos más adelantados, han transcurrido máximo dos años de esta etapa. Sin duda, hay todavía camino por recorrer.
Si el país pretende que se diversifique la canasta exportadora, que más productos nacionales lleguen a nuevos mercados, que el agro tenga una nueva oportunidad, que el turismo aporte todo su potencial, que se genere empleo de calidad y estable, así como encadenamientos productivos que beneficien a pequeñas, medianas y grandes empresas, es necesario que los avances en la infraestructura continúen su marcha.
En este sentido, el desarrollo del programa 4G le permitirá al país contar con una red vial que conecte, con viajes en un 30% más rápidos, entre los centros de producción con los puertos en los próximos años.
Es cierto que los avances en la calidad de la infraestructura de transporte ya son evidentes en algunas regiones. Los resultados saltan a la vista, ejemplo de ello fue la entrada en operación de obras como el Viaducto de la Ciénaga de la Virgen y el nuevo puente de Flandes y el importante avance de proyectos como las conexiones de Bolombolo – La Pintada – La Primavera (Pacífico 2) y de La Virginia – La Pintada (Pacífico 3).
El pie en el acelerador
El objetivo del sector debe ser cumplir con las fechas que dan inicio a la etapa operativa. Todos los proyectos en marcha deben apuntarle a que las vías entren a operar según sus cronogramas.
Asimismo, se requiere hacer una gestión contractual efectiva que no es más que una gerencia dedicada a tomar decisiones oportunas en eventos cotidianos como la adquisición de predios, los permisos y licencias ambientales, la gestión del traslado de redes de servicios, entre otros.
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No me equivoco al señalar que el programa de vías de cuarta generación es la ‘joya de la corona’. El hecho de que se ejecute bajo el modelo de APP (alianzas público – privadas), donde Estado y privados son socios y no contrapartes es una garantía de éxito, pues viabiliza la financiación de proyectos y se determinan claramente las responsabilidades económicas frente a la ocurrencia de riesgos.
Por donde se le mire, el correcto apalancamiento y ejecución del programa 4G es la gran oportunidad para que el país dé el anhelado salto en competitividad, tan necesario de cara repunte de la economía y a la consolidación de mejores niveles de competitividad.
Juan Martín Caicedo
Presidente de la Cámara Colombiana de Infraestructura
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